Cris & Paul

Hablar de Cris es hablar de la dulzura y de la elegancia personificada. Paul, su ya marido, el hombre de la sonrisa permanente. Un francés enamorado de Bilbao con el que compartimos risas, y algo más de un año de decisiones para que todo fuese simplemente perfecto.

Ambos vivían en Suiza, por eso, llegaron a nosotras con algo más de año y medio de antelación en una de sus visitas a la capital del mundo 😉  Aun recordamos aquella primera reunión en el centro de Bilbao con ellos y con Marisa, la madre de Cristina, una de esas mujeres a las que es imposible no coger un cariño inmenso.

Querían una boda llena de detalles, elegante, pero con toques actuales, y sobre todo única. ¡Que hablase de ellos! ¿Y sabéis qué? ¡Estaban en el sitio adecuado!

Cris eligió a Alicia Rueda para el diseño de su vestido. Un vestido que consiguió emocionarnos en una de sus pruebas. Tan dulce y especial como ella. Sobrio y divertido a partes iguales. Juzgad vosotros mismos, a nosotras ¡Nos enamoró! Sus pendientes, sus Jimmy Choo, su coleta de manos del equipo de Yolanda Aberasturi, y ese ramo obra de Flores Elorz fueron el broche perfecto. Una novia velada, ¡Mucho más que bonita!

La elección del traje de Paul fue sencilla. Él lo tenía claro, quería ir de azul, y la amabilidad de Juan en Scalpers hicieron el esto. Acompañarle en su elección, y echarle un cable con el idioma fue todo un placer.

Para sus invitaciones, al igual que para el resto de la papelería, lo tuvieron claro y eligieron a Paul Antons. Él es un artista de los pies a la cabeza, y con él empezó el hilo conductor de la boda de Cris y Paul. Los claveles rojos eran la flor favorita del padre de Paul y tenían que estar presentes en la boda. A partir de ahí la imaginación voló y el resultado ¡fue este!

Tras una ceremonia religiosa en la iglesia de San Vicente, los novios llegaron a  Caserío Olagorta en una volswagen California roji blanca, dónde sus invitados les esperaban bajo una carpa decorada al igual que sus invitaciones. Flores colgando del techo combinadas con lazos en tonos pastel. ¿No es precioso?

El seating plan, también diseño de Paul Antons, volvía a cobrar vida entre flores boca abajo, las mismas que aparecían en su invitación y que les hacían sentir que esa personita a la que echaban de menos, también estaba con ellos. Diseñar algo con tanto significado, no os podéis hacer una idea de los especial que es para nosotras.

El comedor parecía estar vivo. La cristalera de Olagorta es increíble por sí sola, pero los centros de Elorz aportando color a un verano a punto de estrenarse, y esas columnas llenas de verdes desprendían alegría. En las mesas, las minutas de Paul Antons; y en las sillas, unas bolsas de tela con la ilustración de sus invitaciones impresa y con dulces típicos de aquí y de Francia para cada invitado.

Tras la comida, llegó el baile, y con él, el cambio de look de Cristina. De nuevo su elegancia se volvía clave, y una vez más volvió a dejar boquiabiertos a sus invitados. Una Candy bar llena de postres autóctonos obra de Martina Zuricalday y el fotomatón de nuestros queridos Kiribox pusieron la guinda a una boda que no olvidaremos ¡Nunca!

Al mando de las fotos estuvo nuestro querido Mick Habgood y del vídeo, el gran Iñigo Santamaría de Visión Alternativa. Con ellos, siempre sobran las palabras.

¡Gracias compañeros!

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